viernes, 10 de marzo de 2017

ALGUIEN PIENSA EN TI


  • Luego no digas que no pienso en ti.
  • ¿Porqué?

Mauro levanta triunfante la rejilla entera de costillas de cerdo, envueltas en plastico transparente replegado, por donde se aprecia la clara forma de cada costilla bañada en una sustancia rojiza, como enchilado.

-oh, ¡hay que prender el horno! Increpa Elba emocionada como pocas veces.
  • Sugiero que lo dejemos para otra ocasión, cuando realmente todos queramos comer eso.
  • ¿Cuándo? ¿De qué sabor estan sazonadas? Pregunta Elba sin esperar a que Mauro responda la primera pregunta. Hoy no tiene ganas de argumentar.
Mauro lee la leyenda del paquete.

  • Dice que estilo San Luis, con whisky, pimienta y especias estilo San Luis.

En su mente, Elda ya ha decidido cambiar la receta. Le agregará una salsa de barbiquiu y miel.

  • Ve si encuentras lugar en el congelador, toman mucho espacio, por eso decía...
  • Apenas caben, justo el espacio necesario, pero si decides comprar las pizzas...
  • ya, no cabe ni un alfiler más.
Elda sale de la cocina y se sienta en el sofá a esperar sin saber qué. Los niños le ofrecen una menta cubierta de chocolate.

Y también en su mente -Menos mal que alguien piensa en mí- se dice con sarcasmo, saboreando la menta que se metió entera a la boca, la palpa con la lengua sin que la menta sea más que menta y continua eludiendo la espera, concentrandose en la idea de que si en verdad Mauro hubiése comprado las costillas pensando en ella, no habría sugerido congelarlas, en lugar de encender el horno, o habría dado por hecho que ella decidiése qué hacer con todo aquello. Quizá es que él había pensado en otra Elda, la de otro momento que concordaba con las ganas de Mauro, y los demás.

  • Vaya forma de pensar en uno.

Pero como hoy no tiene ganas de argumentar, Elda permite que su silencio concuerde con el mundo. Ben y Dani juegan a corretearse por toda la casa, lo cual atrae cualquier argumentación y silencio a disciparse en el juego de la tarde, donde Elda alcanza a los niños en una explosión de risas.




Beatriz Osornio Morales

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