sábado, 24 de septiembre de 2016

EL FANTASMA DE UNA GATA


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Si tienes curiosidad por saber que paso con la gata vieja  de la secretaria, yo también. Según la escuche hablar hace tiempo, era tan vieja y decrépita que con trabajos se podía mover, además se quedó ciega. En esas condiciones es casi imposible saber cuando un gato se enferma. Pero ella que la conoce de toda la vida (la de la gata) asegura que llevaba más de una semana enferma, sin comer, y sin poder subirse sola a la cama, el brinco le quedaba corto. Pronto, parecía ya solo  un montón de huesos envueltos en la piel, pesaba apenas un poco más de una libra, y poco menos de medio kilo, ¡imagínate!.

Era una gata ceniza con manchas blancas o viceversa, un lunar un poco más oscuro en la oreja izquierda, debe haber tenido los ojos azules, el pelambre largo para disimular los ijares hundidos y los huesos saltones. Jenny, la secretaria, no tuvo que describirla  para hacer de ella un fantasma de esta página. Y le puse nombre a su fantasma, le llamé Bora. El otro día la vi echadita junto a la barda. ¿Habrá sido enterrada?



Beatriz Osornio Morales

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