De pronto estaba
claro que su relación era un desastre. No importaba que Aura a veces todavía se
hiciera la ilusión de que cuando él la trataba con desprecio, no era a ella, debía
ser algo mas, alguien más de su pasado, el resto del mundo era lo que le irritaba,
y siendo ella tan cercana a él, era la que recibía los malos tratos y las palabras
poco amables. Pero esta mañana en que todo parecía estar al revés, el mundo se
detuvo en sus pensamientos, y fue en ese instante que todo quedo claro “Soy yo, la causa de sus malestares soy yo”
Esa brevedad en su larga lista de ocupaciones, fue la que la convenció de que
ella era el obstáculo de sus vidas “Pero nunca lo ha dicho, no de manera
directa, bueno, sí, pero fue sin querer”
¿Eso cambia
las cosas?
No, él
siempre dice las cosas sin querer, y después se la pasa emitiendo disculpas.
Aura se ha preguntado muchas veces si alguna vez Raúl ha dicho algo que sí haya
querido decir. Los colores de la vida diaria en una relación nacen de la palabra, y si la
palabra involuntaria engendra muerte y amargura, sin querer se genera el caos.
Una persona así es difícil de amar, aunque antes fuese distinto. Los de antes
ya solo somos memoria.
En la memoria
no queda la metamorfosis del caos, queda lo bueno la mayoría de las veces, por
fortuna. El caos es siempre presente, cuando ha pasado es solo un mal rato, un
sabor amargo.
Eso que vio
claro frente a un Raúl callado a la hora del desayuno, mientras ella le contaba
algunos recuerdos de su infancia, en un hospital cuando tenía cuatro años, cuando
conoció su primer amigo del que solo
recuerda el nombre y vagos detalles, como el pelo tupido y oscuro, la piel
pálida y su figura delicada. Se llamaba Rodrigo, solía prestarle revistas que
le traían sus padres en los días de visita “era lindo”.
La
indiferencia de Raúl, no le dejo más remedio que la dura realidad (él no tiene
más interés en ella) y no se sabe en qué momento pasó, si en el momento en que
él engulle a prisa la rosquilla con crema,
se está haciendo tarde para recoger la tierra de jardín, antes de irse a
trabajar en la compañía de transportes escolares, a batallar todo el día entre
los tonos altos de niños mal educados. No se sabe si fue en las noches en que
se quedó dormido sin esperar a que ella volviera de su trabajo, lo cierto es
que ya no es lo mismo.
Hace rato que
Aura habla de algo, le preguntó su opinión sobre algo, pero Raúl no sabe lo que
dijo, hay tanto que hacer, lo que menos quiere Raúl es distraerse en memorias
infantiles. Si ella lo entendiera…
Aura se
detiene de súbito, como si se hubiera dando cuenta de algo importante.
Cuando Raúl
se despide Aura lo ve alejarse y le responde con el mismo tono de indiferencia
con el que él la ha venido tratando, el silencio. Mientras se aleja por la
banqueta, Raúl imagina que sus pasos le siguen como gritos doblados en forma de
triángulos atravesados por los rayos del sol.
Beatriz Osornio Morales. Imagen de Jonathan Silvestre