“cuando las
luces de la salud se apagan, entonces,
países inexplorados se desglosan”
Para los que no saben, Virginia Woolf fue una escritora, ensayista y
editora británica, reconocida y respetada por su transcendencia literaria. Pero a pesar de su labor y reconocimiento, quizá pocos sepan que a lo largo de su vida padeció de tormentos físicos y
mentales, desde su temprana juventud hasta su muerte, sin contar que sobrevivió
la Primera Guerra Mundial y llegó a la Segunda. No obstante, por su carácter de
guerrera fue capaz de sobrellevar sus
padecimientos de forma productiva, para
muestra éste pequeño volumen que escribió a raíz de sus padecimientos, considerado por muchos uno de los trabajos más
raros y atrevidos o retadores de su autoría.
En “Sobre Estar Enfermo” Virginia Woolf sorprende con una soltura que
dado el tema pasaría por imaginativa. En lo personal, lo encuentro rico en figuras de pensamiento, expresadas con
metáforas poéticas como la de que cada
cuerpo es un bosque virgen. Otro de los elementos con los que deleita, es su particular ironía al momento de tratar
ciertas cosas relacionadas con sus padecimientos, casi podría considerarse como
humor negro, pero les aseguro que no fue el caso que llevaría a Virginia a
escribir este pequeño estudio en sus momentos
de enfermedad (que no fueron pocos). Uno la imagina postrada bajo el
peso de fiebres extremas o padecimientos físicos o mentales inexpresables,
tratando de confrontarlos con todas sus
fuerzas, y hallando que necesitaría muchos caballos de fuerza y más para poder
lograrlo. Su ejemplar carácter es de los que no entretienen el sentimiento de
pena por sí mismos, así que optó por su talentosa habilidad expresiva, para tratar de explorar y desarrollar el
pensamiento. Ella explora, cuestiona, expone y padece, pero padece con ironía y
una extraña sabiduría que parece serle
revelada en la cumbre de sus
padecimientos.
En su intento por expresar
oportunamente su experiencia encontró más limitaciones en el lenguaje, sí, pero también una nueva forma de escribir.
“Esas grandes
guerras que el cuerpo sopesa con la mente de esclava, en la soledad del cuarto,
contra el asalto de la fiebre o la venida de la melancolía, están
descuidadas. No hay razón para buscarle más allá, para ver estas cosas
cuadradamente a la cara, se necesitaría el valor de un domador de leones, una
robusta filosofía, una razón arraigada en las vísceras de la tierra. En lugar
de eso, este monstruo, el cuerpo, este milagro, su dolor pronto nos hará
replegarnos al misticismo, o elevarnos con rápidos golpes de ala a los raptos
del trascendentalismo”
Para Virginia, no fue suficiente la certeza de su enfermedad, tuvo el
valor de cuestionarla y explorarla, y al encontrarse con la limitación del
leguaje para hablar de la enfermedad, llegó a sugerir que de no haber dichas
limitaciones, la enfermedad podría
considerarse un buen tema literario,
como lo son el amor, la batalla, los celos. “El
público diría que una novela devota a la influenza carece de trama, se quejaría
de que no hubiera amor en ella, equivocadamente sin embargo, pues la enfermedad
frecuentemente se disfraza con los mismos trucos raros”
En esta edición en inglés de “Paris Press” se incluye también “Notas de
los cuartos del enfermo” escrito por Julia Stephen, la madre de Virginia
Woolf, quien fuera hija de un medico
profesional, y quien más tarde ejerciera
como enfermera. Así que el talento de
Virginia tiene como precedente, el de sus padres, pues hay que recordar que su padre Leslie
Stephen fue también un escritor renombrado en su tiempo.
Las notas de Julia Stephen están escritas de manera directa y clara, podría decirse que fueron escritas con la finalidad de ser útiles en el ámbito
medico y clínico (esto lo supongo).
Así que en este volumen conversan dos estilos distintos, dos
mujeres en su momento influyentes y
hasta la fecha ejemplares. Se aprecian dos puntos de vista tan diferentes, que quizá más de uno los encuentre
contradictorios, pues uno es desde el
punto de vista del que padece la enfermedad, y otro, es la perspectiva del que
está sano y quiere ayudar a sanar. Un buen libro sin duda, un diálogo entre
madre e hija.
Beatriz Osornio Morales