jueves, 16 de enero de 2014

SOBRE ESTAR ENFERMO



“cuando las luces de la salud se apagan, entonces,  países inexplorados se desglosan” 

Para los que no saben, Virginia Woolf fue una escritora, ensayista y editora británica, reconocida y respetada por su transcendencia literaria. Pero a pesar de su labor y reconocimiento, quizá pocos sepan que a lo largo de su vida padeció de tormentos físicos y mentales, desde su temprana juventud hasta su muerte, sin contar que sobrevivió la Primera Guerra Mundial y llegó a la Segunda. No obstante, por su carácter de guerrera fue capaz de sobrellevar  sus padecimientos de forma productiva,  para muestra éste pequeño volumen que escribió a raíz de sus padecimientos, considerado por muchos uno de los trabajos más raros y atrevidos o retadores de su autoría.  

En “Sobre Estar Enfermo” Virginia Woolf sorprende con una soltura que dado el tema pasaría por imaginativa. En lo personal, lo encuentro rico en  figuras de pensamiento, expresadas con metáforas poéticas  como la de que cada cuerpo es un bosque virgen. Otro de los elementos con los que deleita,  es su particular ironía al momento de tratar ciertas cosas relacionadas con sus padecimientos, casi podría considerarse como humor negro, pero les aseguro que no fue el caso que llevaría a Virginia a escribir este pequeño estudio en sus momentos  de enfermedad (que no fueron pocos). Uno la imagina postrada bajo el peso de fiebres extremas o padecimientos físicos o mentales inexpresables, tratando de confrontarlos  con todas sus fuerzas,  y hallando que necesitaría  muchos caballos de fuerza y más para poder lograrlo. Su ejemplar carácter es de los que no entretienen el sentimiento de pena por sí mismos, así que optó por su talentosa habilidad expresiva,  para tratar de explorar y desarrollar el pensamiento. Ella explora, cuestiona, expone y padece, pero padece con ironía y una extraña sabiduría que  parece serle revelada  en la cumbre de sus padecimientos.

 En su intento por expresar oportunamente su experiencia encontró más limitaciones en el lenguaje, sí,  pero también una nueva forma de escribir.

“Esas grandes guerras que el cuerpo sopesa con la mente de esclava, en la soledad del cuarto, contra el asalto de la fiebre o la venida de la melancolía, están descuidadas. No hay razón para buscarle más allá, para ver estas cosas cuadradamente a la cara, se necesitaría el valor de un domador de leones, una robusta filosofía, una razón arraigada en las vísceras de la tierra. En lugar de eso, este monstruo, el cuerpo, este milagro, su dolor pronto nos hará replegarnos al misticismo, o elevarnos con rápidos golpes de ala a los raptos del trascendentalismo”

Para Virginia, no fue suficiente la certeza de su enfermedad, tuvo el valor de cuestionarla y explorarla, y al encontrarse con la limitación del leguaje para hablar de la enfermedad, llegó a sugerir que de no haber dichas limitaciones,  la enfermedad podría considerarse un buen tema  literario, como lo son el amor, la batalla, los celos. “El público diría que una novela devota a la influenza carece de trama, se quejaría de que no hubiera amor en ella, equivocadamente sin embargo, pues la enfermedad frecuentemente se disfraza con los mismos trucos raros”

En esta edición en inglés de “Paris Press” se incluye también “Notas de los cuartos del enfermo” escrito por Julia Stephen, la madre de Virginia Woolf,  quien fuera hija de un medico profesional, y  quien más tarde ejerciera como enfermera.  Así que el talento de Virginia tiene como precedente, el de sus padres,  pues hay que recordar que su padre Leslie Stephen fue también un escritor renombrado en su tiempo.
Las notas de Julia Stephen están escritas de manera directa y clara,  podría decirse que fueron escritas  con la finalidad de ser útiles en el ámbito medico y clínico (esto lo supongo).

Así que en este volumen conversan dos estilos distintos, dos mujeres  en su momento influyentes y hasta la fecha ejemplares. Se aprecian dos puntos de vista tan diferentes,  que quizá más de uno los encuentre contradictorios, pues  uno es desde el punto de vista del que padece la enfermedad, y otro, es la perspectiva del que está sano y quiere ayudar a sanar. Un buen libro sin duda, un diálogo entre madre e hija.




 Beatriz Osornio Morales

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