En mi reciente visita a México me encontré este texto. Es un poco extenso pero creo que vale la pena compartirlo con ustedes, queridos lectores, pues yo también sentí el cambio y me preocupa sobremanera. Si a alguno de ustedes le parece oportuno compartirlo por favor hágalo con libertad.
La nueva contracultura en México
Parece inconcebible
saber que mi pueblo de nacimiento se ha convertido en parte de una realidad
horrenda e insegura, la violencia e infiltración de la retorcida cultura de los
carteles. Siempre que pensaba en ese lugar
era con el sentir de que aquel
terruño era el centro de lo que significa la palabra “patria” y ya ven, solo hizo falta un sexenio de
enfrentamientos contra los supuestos líderes del narcotráfico para que se
despertara el avispero, ahora hasta las esquinas más remotas padecen su veneno.
Dicen que los comuneros también están siendo parte de la
red de extorciones que estos grupos ahora ya también armados a lo descarado,
han ido formando, algunos como tentáculos de las cabezas grandes, o halcones
informantes, y otros que supuestamente se han formado para hacer frente a los
carteles, han estado también extorsionando a tenientes de pequeños negocios de
la localidad y alrededores, bajo la excusa de cooperar para poder ser protegidos.
Ya no se sabe de quién cuidarse, pues ambos grupos utilizan la fuerza y la
amenaza de las armas largas para intimidar a las personas. Sé de algunos
miembros de la comunidad que han sido secuestrados y extorsionados, gente que ha trabajado toda su vida para tener
lo que tienen, o por el simple hecho de parecer un poco mejor acomodadas económicamente
que el resto, han sido víctimas de esos
monstruos. No me gustaría saber los horrores por los que los hacen pasar.
Lo peor de todo es que
la situación no da para cuándo pueda tenerse bajo control. El nuevo gobierno
está muy ocupado en sus políticas contra la inflación, su desarrollo comercial
y de apariencia, la productividad que seguramente no se reflejará al final del
sexenio, porque nunca hay claridad en la entrega de cuentas (los informes son
otra cosa) y resulta que apenas unos cuantos se verán beneficiados y
serán ellos mismos, lo malo es que todas
esas políticas son entre paréntesis de
gestión en gestión. Lo importante de una sociedad es su gente, su educación, su modo de vida, su cultura, y eso es lo que
se está descuidando en México.
Mencionaba al
principio el término “cultura de los carteles” la razón es que esos supuestos
“caballeros templarios” que según son un grupo emergente del cartel La Familia, han estado instigando a la juventud más preciosa con
sus labias sucias a creer en las armas como un medio de poder, regalando a los
niños en festividades y a hurtadillas en las calles pistolas de juguete, pese a
la supuesta prohibición de su venta en jugueterías, por todos lados se ven niños jugando a los
vaqueros, a la policía, a los soldados, pero sobre todo a los MALOS, futuros miembros
de alguna de esas manadas.
Y pensar que unas cuantas de las caras de gente involucrada
me fueron familiares durante la infancia, me duele en lo más hondo del corazón.
Mi lugar de nacimiento ya no es un lugar seguro, donde se puede andar con la
libertad inigualable de cuando estábamos creciendo. De hecho, el pueblo cada vez
está más lleno de caras desconocidas, hasta las conocidas parecen distintas por
la desconfianza. Hay camionetas patrullando el pueblo durante el día y la
noche, la gente ya las conoce y se esconde de ellas. Es una cosa que da horror.
No quiero que se tome
esto como un simple momento deprecativo. Me gustaría que hubiese más gente
interesada en discurrir este asunto, el asunto de la educación, su
accesibilidad, su honestidad y eficacia,
pero entiendo perfectamente que mucha gente no habla por miedo, yo mismo
soy presa del temor a que mi familia que vive allá pueda llegar a ser víctima
de un secuestro o algo así, pero no solo ellos, los que más preocupan los
niños, su potencial, su futuro.
Quisiera alertar a los
padres de familia de todo niño, a que se unan en una campaña de valores contra
las armas, que en lugar de pistolas (aun en juego) se agarren a la educación, que sea esta
nuestro motor, lo que dará marcha a una sociedad más sana o ¿pensamos dejar que
a nuestros hijos los eduquen sicarios?
Don Augusto Frías.