martes, 4 de septiembre de 2012

Excusas de la razón


EXCUSAS DE LA RAZON

 

 A todos los mexicanos en nuestro mes patrio, se les convoca a que no perdamos la esperanza en el cambio.
 
Las razones no siempre explican algo erróneo ni lo justifican, mucho menos lo solucionan. En ocasiones las razones son excusas.

Tantas situaciones particulares y yo me encuentro lapidando el embrollo de preguntas y encrucijadas,  propias y ajenas.

Ahora que en México se ha puesto de moda escribir del narcotráfico, o más bien, de los carteles, la guerra y sus secuelas,  muchos nos preguntamos  ¿Para qué escribir, detendrá eso la brutalidad de los sicarios, o arrimará leña al fuego de la inseguridad?

Para entender, dicen. Pero entender una realidad no siempre cambia algo.

 
El negocio del narcotráfico difícilmente será afectado porque el resto de los individuos entiendan las razones de los sicarios. Como ejemplo pondremos el tema de la corrupción en México,  que se ha estudiado en las últimas décadas, no se ha podido resolver, ni  con cambio de presidente del mismo partido, ni con el cambio de partido como cabeza del poder ejecutivo, ni con marchas forzadas o pacíficas de sindicatos de trabajadores y movimientos estudiantiles. Se le exige al Presidente que haya justicia. Un solo individuo no puede mover  el monstruo del congreso. Si acaso el presidente propone un cambio o una ley nueva, ellos se encargarán de que los intereses del Sistema no se vean afectados al asumirla, de lo contrario se rechazará ¿Pero cuáles son los intereses del Sistema? Los intereses del Sistema deberían ser los intereses de los ciudadanos mexicanos,  todos y cada uno de ellos, no sólo los de la burocracia  y  servidores públicos, que enriquecen como por arte de magia mientras estan en poder. El Presidente terminará aceptando las imposiciones del congreso.  El poder ejecutivo y el Judicial están bajo la sombra de los Senadores y Diputados como salvaguardas del Sistema y la Constitución, disque para que no haya abuso de poder. Aún así, el presidente nunca es una perita en dulce.

 
Se necesita un Sistema político menos elitista.

Así que entender es, si acaso, una parte del proceso de cambio, pero es necesaria una acción para efectivamente iniciar el cambio. Es por la acción que el individuo realmente influye en la realidad de su entorno.

Ocasionalmente, he sentido que la palabra tiene un poder parecido al de una acción. Con palabras pueden hacerse saber las emociones y los pensamientos de los individuos de un país, también pueden hacerse y establecer  reformas en la Constitución. Y es por medio de palabras que llegamos a entender y a razonar la realidad individual y común.

Otras veces, como hoy, que ya nos parece normal ver en las noticias y en los diarios,  todos los días reportajes a cerca de levantones, secuestros,  mutilaciones y asesinatos a lo largo de todo el país,  siento que la palabra se debilita y es ineficaz ante una realidad mezquina que sobreviene por encima de todo razonamiento. Y es entonces que nos preguntamos ¿Qué es la palabra? ¿Para qué hablar, escribir, pensar, entender, razonar, porqué todo? ¿Dónde está el poder de la palabra?  ¿La fuerza de la violencia “legal” funcionará? No está funcionando.  Así, las palabras ya no sirven más que para entretener el tiempo, su poder de acción se descubre limitado, la palabra de hoy paraliza.  Se quiere gritar y la palabra está débil, no se sabe con qué alimentarla para recobrar su fuerza. Y yo, sin embargo, me aferro a ella, como un naufrago en altamar se aferra a cualquier objeto sólido, a su recuerdo, y a su sueño de volver a pisar tierra firme.

De pronto, a mi voz debilitada, se unen otras voces, ininteligibles todavía, pero ya nos alcanza su ruido, ya se adivina su fuego interno.

 En medio de la tempestad, el naufrago  vislumbra un montículo a lo lejos. Su rostro irradia de felicidad, sus ojos se inundan y grita: ¡Tierra, Tierra, Tierra! Por ese grito, cualquier excusa es válida.

 
Beatriz Osornio Morales, Imagen de la red.

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