martes, 15 de junio de 2010

ESPORAS DE SILENCIO
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No tengas miedo, aun cuando sea duro estar frente a él, saberlo inevitable y, reconocer ya sus formas "las figuras son unas cosas resbaladizas"mantente de pie, el miedo pasará.

Lo más atroz del miedo, es que hace olvidarse de uno mismo. Precede a su invasión completa, la sensación de que algo se eriza en la espalda, de los pies se perdió conciencia desde el primer síntoma.

Por aquí no pasan viajeros, hay carreteras que van a todas partes y llevan a ningún lado, las ardillas las cruzan con tranquilidad en busca de bellotas.

Yo he salido a caminar varias veces por Michaels Woods, veo coches a velocidad relativa, se alcanzan a ver la marca del carro y hasta el número de modelo, pero al chofer nunca se le ve la cara.

Tratando de saber a dónde da esta calle, un día anduve por horas. Cuando creí haber visto el final de la calle, vino una vuelta hacia dos lados, era la misma calle con perpendiculares, como el tronco con sus ramas. No supe si recorrer una o la otra, rama o tronco. Se sabe que de una rama nacen otras ramas, de una calle otras... y así.

De regreso, venía pensando que de lugares como éste, hay que alejarse cuanto antes... En eso venía cuando, vi un punto familiar en la acera. Al levantar los ojos del piso, vi que la casa había desaparecido, había un hueco en su lugar; estaban el lote y los metros cuadrados, donde habían estado las simientes sólo quedaron ranuras. Las paredes no estaban, el techo no estaba en su cielo y las ventanas, habían sido arrancadas de sus vistas. Del interior solamente quedaron el piso de la primera planta, el desayunador, los sillones guindas. También los armarios desaparecieron. Lo que quedó estaba a la intemperie, a vista de todos.

De un salto entre directo al sillón largo, donde tome una siesta. Luego vino la noche, las sombras de los árboles se fueron haciendo pesadas, ruidosas, calladas... Soñé que un reptil trepaba por el sillón. Fue entonces que volví del supermercado.

Mientras acomodaba la compra en la despensa, oí pasos cercanos, pensando que sería Ruth, mi hija, seguí colocando latas sobre latas, construyendo murallas de aluminio para un reino dormido. Esperé que ella dijera algo pero, sólo me llegó el silencio.

Al sentir el peso del silencio, volví la vista y vi claro, con estos ojos que dicen se ha de comer la tierra, y que yo contradigo diciendo que, arderán como Troya, con estos mismos ojos que han devorado ciudades enteras, vi el afuera circular dentro de mi casa; los coches a velocidad relativa, las aceras vacías, el espacio invertido entre follajes y azul desierto, lo vi dando vueltas fuera de mis pensamientos. Un mundo interno se había escapado y hecho público, como la política. Sentí miedo del silencio y sus esporas voraces. Como pude me aleje de aquel pensamiento externo, seguí acomodando la despensa. Al resbalar una lata de mis manos, sé que otra muralla se erige y un reino nuevo despierta en el reino de los silencios y las formas.




Beatriz Osornio Morales, imagen de la red.

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