miércoles, 29 de abril de 2009

DIARIOS DE ABRIL


Primera Parte

Día 1

Las fuentes coronadas de flores en lugar de agua, colocadas a lo largo del embarcadero, frente a los veleros en descanso; suceden como en un sueño de campanillas fusa, rojo, blanco y morado, con sus cálices definidos sobre una cama de tierra suave y hojas verdes que pienso.
Los cuerpos musculosos, bronceados por el sol, se tienden sobre la arena, sumidos en un estado de serenidad fatal. Y tú tan lejos del paraíso, ¿Qué pensarías de ésta mujer, que se pasea en su vestido blanco, acariciada por un casi imperceptible rumor de seda? Tu silencio sostiene en alto su andar cadencioso y su cuello alargado.
A ésta hora, puedes pensar que el mar es sólo un testigo a tu izquierda, claro que puedes, escondido en aparente esfumatto de nostalgia, es casi gaseoso, que si no fuera por los veleros, más bien por las velas que nos devuelven el mar a la mirada, todo quedaría en fantasmagorías e impresiones de la memoria.

Día 2


Por el mar se entienden muchas cosas, para mí, algunas no encuentran significado aún, sin embargo todo el sentido de la vida se confronta en sí mismo como un gran oponente del mar.
Aquí, la ley de los contrarios revela similitudes. Se sabe que no hay gran diferencia entre la inmensidad del mar contemplado, y el grano de arena. Si se contempla al grano dorado por la luz del sol, se mira en su unidad, encontramos que también es infinito a nuestros ojos. Por alguna razón, en el grano, el mar concentra nuevamente la mirada, extendiéndola más allá de sus límites.

Día 3

El diario de Abril se reduce a dos horas quizá, pero unos minutos me son suficientes para transportarme a tu paso, y andar junto a las cosas que nos hemos callado, las idas y venidas sin regreso, el café pendiente para charlar, la casualidad que un día nos traerá sorpresas; de todo ello, me quedo con el silencio, el único medio para nombrarte.
Puede ser fugaz, como lo son los viajes y los viajeros en lugar extranjero, espíritus libres que irradian alegría, asombro que dura apenas unos días, para después sentir la necesidad de moverse a otro lugar, pero siempre existe la posibilidad del regreso.
Es distinto desde este balcón. Imagino que andarás yendo por las calles de París, con las manos metidas en los bolsillos del pantalón, encontrándote con gente distinta o, tal vez ordinaria, gente extraordinaria, piensas, lo piensas muchas veces, agotas el tiempo en pensar, al menos hasta recordar el sitio de donde tú y yo hemos venido.



Beatriz Osornio Morales


Esta primera parte se escribió completa en Mazatlán México en Abril 2005. Poco a poco he ido completando la segunda y la tercera, así que hay más para el próximo abril.

Entrada destacada

Sin que la noche sepa

  Plantaré flores sin que la noche sepa, lejos de todas las ausencias. Porque aún siento la oscuridad reírse en  mí,  con sorna, de lo cómic...